Crítica Gabriel Peralta


Jimena Aguilar, dramaturga y directora de su obra Dixit, exhibe una personal forma de abordar el amor y sus consecuencias.
Aguilar esquiva la linealidad argumental, para mostrar a un conjunto de personajes colocados en varios extremos emocionales, que abarcan la pasión, la soledad, la ternura y la obsesión.
Los numerosos riesgos de esta propuesta, son en algunos casos salvados y en otros no: existe un des-balanceo entre escenas de una lírica intensidad (un preciosos poema-texto dicho con la cadencia justa por Ignacio Huang); con otras que por hacer prevalecer el ingenio se pierde contundencia dramática (la primera entrevista con un psicólogo, y lo que ocurre en la cabeza de una de las protagonistas).
Es muy buena la idea del lenguaje como traba para comunicarse. La autora capta con precisión las distintos modismos de capas sociales, generacionales y profesionales (en este último caso los términos son cercano a lo críptico), y coloca el empleo de la palabra, en la antitesis de la comunicación.
Las actuaciones son lanzadas y transmiten, como la obra misma, distintas intensidades.
Flavia Miñana resolvió con simpleza y economía de recursos los distintos sitios por donde transcurren las escenas, y le otorgó al vestuario actualidad y delicadeza.
El diseño de luces de Fabián Molina ayuda de buena forma a la creación de buenos climas.
La obra Dixit transita, como el amor, por momentos felices, y por algunos nubarrones.

Crítica en la web: http://www.criticateatral.com.ar/index.php?ver=ver_critica.php&ids=1&idn=1367

Critica "Silvia Urite"


Dixit- Dir Jimena Aguilar
“Lo latente sube a escena”- Por Silvia Sànchez Urite
El inconsciente está estructurado como un lenguaje, dice Lacan. En el lenguaje los significantes fluyen y se enlazan como en una partitura. Existe un continuum de las palabras.
¿De qué se trata esta obra? De la búsqueda infructuosa del amor, o del fracaso del lenguaje, que es casi lo mismo.

En la primera parte un singular maestro de ceremonias (el genial Nacho Huang), trata de seducir a todo ser que se cruce por su vida.
Dice: “Yo solo quiero amor. All you need is love. Primero me hice el gracioso, luego el inteligente, y màs tarde me torné agresivo. Pero no logré llamarte la atención”.
El lenguaje fluye, entonces, lo que dice Huang no se corresponde con su actitud corporal, a veces incluso se opone. Sin embargo, en vez de balbuceos, el discurso del “Chinese” es de una lucidez insospechada.
Después aparece una farsa sobre el Psicoanálisis en la era del chat, todo mezclado, como en una ensalada cuyo aderezo es la ironía.
Hay, por lo tanto, dos niveles de discurso: el de lo dicho y el de lo inconsciente, solo que lo latente es lo que es mostrado en escena.
Existen dos arquetipos de mujer: la chica sexy, de pelo largo y labios rojos, que se opone a la ingenua, con su vestidito naif al tono.
Los estereotipos varoniles, en cambio, ofrecen una mayor variedad: el poeta-estrella; el timorato; el bravucón, el psicólogo superado.
A primera vista, Dixit parece evidenciar simplemente una amplia galería de personajes, pero todos ellos van a terminar cayendo en el inicio, nudo y desenlace de una historia disparatada, aunque si se la mira como metáfora de la veloz realidad, no lo es tanto.
Entre las actuaciones se destacan el ya mencionado Ignacio Huang y Alejandro Genes, de gran ductilidad física.

Critica en pagina Web